El hecho de terminar relaciones no se debe entender como un fracaso, puesto que hemos vivido una experiencia de la cual hemos aprendido, y con ella hemos evolucionado. Seguramente, en muchos casos lo vivido también ha sido grato, pero catalogamos el hecho de que se haya terminado como una derrota.
Una ruptura no siempre ocurre por la falta de amor. Puede que con las personas que has mantenido una relación no haya habido una compatibilidad de caracteres, unos mismos valores o intereses en común. Quizás el momento adecuado para tener una relación estable y madura no haya sido el mismo para ambos. O puede que no hayas conectado a un nivel profundo con esa persona.
A menudo también se da en una relación de años, que se inició con fuerza, y con enamoramiento por ambas partes, que con el paso del tiempo se va desgastando porque uno y otro miembro de la pareja van evolucionando por caminos distintos, llegando a un punto de distanciamiento tan grande, del que ya no hay vuelta atrás.
Los factores que llevan al final de una relación pueden ser diversos, pero el hecho es que resulta difícil aceptar que la cosa no funciona, y frecuentemente uno se siente herido, frustrado, desolado, triste, y decepcionado, y a veces culpable. Para ello es importante pasar por un proceso de aceptación y aprendizaje, para no repetir el mismo patrón de relación. Pero el caso es que, tras acumular una serie de relaciones fallidas, muchas personas acaban por pensar que no están hechas para el amor, y se cierran debido a las malas experiencias.
Pues nadie viene con un manual bajo el brazo de como tener éxito en el amor. No nos han enseñado a relacionar-nos, y a nivel emocional actuamos muchas veces de forma inconsciente.
En este sentido, si nos conociésemos bien a nosotros mismos, tuviésemos claros nuestros valores y prioridades, supiésemos comunicar nuestros sentimientos y necesidades, estuviésemos abiertos al cambio, aceptásemos las dificultades y actuásemos conscientemente para resolverlas, mediante el diálogo y la comprensión, todo resultaría más fácil.
Pero la cuestión es que vamos aprendiendo sobre la marcha, mediante ensayo y error, y sobre la base de unas ideas del amor establecidas socialmente, que muchas veces no ayudan para nada.
El hecho de tener que encontrar a tu media naranja, que te complemente; la idea del amor romántico, de película, en que” fueron felices y comieron perdices”; los cuentos de Disney o de la pareja perfecta de las revistas; el que la pareja debe de ser para toda la vida; todos estos conceptos nos llevan al falso ideal del Amor, que solo nos trae sufrimiento y frustración si no se cumple con la expectativa.
Todas estas creencias pasadas de generación en generación que nos dicen como son las cosas, como deben ser las relaciones, ya no tienen sentido hoy en día.
Hoy en día es habitual tener varias parejas a lo largo de la vida, y cada historia es diferente, habiendo relaciones más superficiales, y otras en las que la implicación y el compromiso será mayor, según el momento en el que te encuentres, el proyecto de vida que quieras tener, y la compatibilidad que tengas con la persona en cuestión.
En lugar de concebir nuestras exparejas como relaciones fallidas es mejor verlas como historias que duraron todo lo que tenían que durar, con las que compartimos momentos felices y que nos aportaron aprendizajes, que en este momento nos pueden ser útiles para con nuestra pareja actual o futura.
Aprender de los errores cometidos y de la experiencia nos hace madurar psicológica y emocionalmente, por lo que estamos más preparados para empezar una relación sana, duradera y feliz.
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